lunes, 5 de abril de 2010

Monarquía al servicio de la Autocracia

En los últimos días leí con estruendo en la prensa mundial las declaraciones de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez acerca de la necesidad de cambios dentro de Cuba. Muchas otras "personalidades de la cultura cubana" que residen dentro de la Isla (al menos en términos migratorios), han comentado también acerca de esto sin que sus palabras hayan tenido el eco de los dos anteriores.

Silvio Rodríguez planteó necesidad de cambios dentro de la misma revolución. Revolución a la que en un juego de palabras instigó a suprimirle la letra "r". Desde hace décadas se le puede escuchar en entrevistas comentando acerca del necesario cambio que requiere el país, pero esto siempre dentro del marco del momento en que pronuncia sus comentarios.

Canciones o declaraciones suyas que acompañan el discurso que enaltece el oficialismo, quien acompaña a su vez a estas asegurando que al no ser una sociedad perfecta hay aún muchas cosas por corregir. Es simplemente el mismo juego de declaraciones que prefieren escuchar los unos y los otros. Hoy no sería políticamente correcto que Silvio hablase solamente de la burocracia como uno de los males que afectan al país, o de la crisis de valores en algún pequeño grupo de la sociedad, o de la necesidad de que más jóvenes comunistas se sumen a tareas del partido en sus niveles medios de gestión, o que quizás haya que analizar el por qué los cubanos no puedan alojarse en un hotel dentro de Cuba.

Todas éstas declaraciones e inquietudes pasadas que el trovador expresaba cada tanto en alguna entrevista o dentro de las letras de sus canciones, hoy se ven diminutas ante lo que pareciera ser un sinbronazo declaratorio del denominado "trovador de la revolución". Silvio ha pasado a ser una figura, metafóricamente hablando, que triunfa con una revolución popular contra una tiranía, declara progresismo en sus letras, amor entre los seres humanos, amabilidad y entendimiento al prójimo, pero que con el paso de los años y no haberse caído nunca del pedestal en que se haya desde hace más de cuatro décadas, termina convirtiéndose en tirano también.

Actúa el mismo papel que sus apuntaladores, desde su trinchera, desde su lugar. Su lugar es la cultura, desde ese espacio es quien decide muchas líneas a seguir y condena a través de su poder a quienes se desvían de la misma corriente. Hace bien su trabajo, no pudiera yo negarlo, como a su forma lo realizan los otros. Pero él, entre y ante los otros, conoce que su posición es privilegiada. No ha llegado tan solo por méritos políticos ni obsecuencias sin razonamiento alguno llenas de discursos repetitivos y modulaciones de voz o gesticulaciones necesarias que son las aceptadas entre quienes aspiran a ocupar algunos de los itinerantes palcos medios reservados por la cúpula para los sabuesos de turno. El ha llegado amparado por una generación de cubanos y latinoamericanos que a sus veinte años escuchaban las letras de su canciones dentro de el ideal de la revolución proletaria para todos los pueblos. De eso hace más de treinta años ya y, tanto en Cuba como en América Latina, esas generaciones han crecido y se han desencantado de los rumbos llevados por los que imaginaban tantos años atrás como los ídolos a admirar. Las nuevas generaciones han cambiado, han nacido y crecido en otras sociedades y en sus inquietudes diarias y gustos musicales no pasan ni como un soplo de brisa los ideales ni las letras de sus canciones. Si aún hoy puede darse el lujo de organizar un concierto y reunir a un número de oyentes, es más que nada por la misma razón que puede hacerlo aquella figura revolucionaria con la cual anteriormente lo comparaba metafóricamente.

El hoy se sabe un seguro miembro de la monarquía a la que pertenece desde su lugar de la cultura. No ha sido, ni será a estas alturas de su vida, desterrado de su sillón. Pero también debe saber que la monarquía será siempre el eslabón más alto dentro de un sistema donde impere, pero lamentablemente para sí y para muchos otros, les ha tocado convivir su provecho personal al servicio de una Autocracia, la cuál, para desgracia ya de todo un pueblo, siempre estará esperando el buen comportamiento y los buenos servicios de quienes nunca llegarán a ocupar su trono.


1 comentario:

  1. Silvio es un cara dura que quiere quedar bien con dios y con el diablo, quiere decir que dijo, sin atreverse a decir nada. Cualquiera sabe que en cuba hacen falta muchos cambios porque la situación es pesima.

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