
Al estar ya unos años fuera de Cuba, mi país natal, he pasado por diferentes etapas de cuestionamientos e ilusiones acerca de esa isla. Ideas que pudiesen ser realizadas, utópicas quizás, reales en la medida que pueda la voluntad querer. Aún, reconozco, mantengo la bronca contra tantas realidades vividas por mí o por tantos otros, todos de una forma u otra. Las víctimas nos volvimos también victimarios en algún pasaje de nuestra vida, y añoramos en repetidas veces la posibilidad de un solo día de desmedida revancha contra los otros. El tema pasaría por saber quienes serían los otros, ¿los que profesaban su parcialidad del bando oficialista, o los del bando opositor? En gran escencia, considero, es la gran cuestión.
Tengo treinta y cuatro años y todavía poseo gran parte de la innata bronca adolescente dentro de mí, esas ganas de triunfo de quien nunca logró una victoria real y que ansía poder lograrla. Pero los diez años fuera de Cuba me han logrado tranquilizar, mantener dormida tal vez la ira contra aquellos que he odiado y que aún en diez años más no lograré perdonar.
Hoy, con esa bronca dormida, analizo el por qué somos tantos igual. No pretendo ser quien tenga la razón con esta conclusión tan personalizada, pero es la mía y si algo puedo hacer justamente fuera de Cuba, es brindar públicamente mi opinión.
Soy, y me consideraré por siempre, parte de la generación del "Patio de María", aquella generación inconformista, por convicción y rebeldía antagónica a todo lo que el sistema profesaba y declaraba correcto y necesario realizar. Por supuesto, no eramos, fuímos, ni seremos los únicos, pero es desde donde más puedo hablar, desde mis vivencias de adolescente y joven.
He podido notar como casi todos los conocidos míos cubanos con quienes he podido mantener un contacto fluído o saber de ellos a través de la web, mantienen esa misma postura. No es nada diferente a lo que me esperaba, sería sorprendente si de otra manera fuese, pero aún todos mantienen esa ira, más o menos desmedida hacia Cuba, hacia lo vivído y sentido.
¿Por qué no haber podido evolucionar y mutar tan justificado odio luego de tantos años fuera de la isla?
Es quizás la pregunta que me realizo hoy, creyendo que todos carecimos de un sentido más elaborado que nos mostrara hacia donde poder canalizar el odio, hacia donde poder encontrar una respuesta más sana que las ganas de una anarquía desmedida sin rumbo posible real.
Carecimos, sin lugar a dudas, de un líder, de un sujeto cualquiera que nos lo mostrase, que pusiera en palabras lo que sentíamos, de alguien que pudiese convencernos, de una persona que nos brindara una reflexión diferente a nuestros odios sin canalizar. Alguien que nos enseñara incluso a desacreditar a los tibios, casi fríos, cambios propuestos desde dentro del mismo sistema, sin caer en defenestraciones carentes de un respaldado análisis objetivo que lograría en una posible defensa de nuestras convicciones apoyar con capacidad y garantía nuestras ídeas. No existió, ya es sabido, un manuscrito que fuese nuestra biblica guía, un pensador como existieron en otros tiempos que nos enseñara a pensar, como Felix Varela o Martí. Seguramente pudieron existir y por conocer la historia, el oficialismo decidió torcer la misma y no dejaron que esta se repitiera, esfumándonos la posibilidad de poder escuchar a quienes podrían enseñar la diferencia entre pensamiento y análisis, a una mera repetición por omisión de otros análisis, de otras palabras. Entonces solo creímos la opción de poder escuchar las otras campanas, las que nos incitaban a incrementar el desmedido odio contra lo ya odiado, pero esto tampoco resultó ser lo que realmente necesitabamos.
Volcamos nuestra ira en una nunca satisfactoria salida de Cuba, sin haber podido elaborar el dolor aún dentro de ella, llevándolo con nosotros hacia donde pudimos llevarlo, hacia donde nosotros pudimos ir.
Fuera de Cuba, la vida nos hace cambiar. Quizás en un solo año podemos haber vivído lo que nos llevaría años dentro de la isla. Los cambios no son necesariamente malos, ya se sabe, pero las nuevas exigencias no esperan por nuestras necesidades de tiempos para una asimilación posible. Chocamos bruscamente contra una muralla para la que nunca estuvimos listos. Nos preparamos para otros golpes, pero no para enfrentar que modelo de vida llevar fuera de la isla. El modelo de un winner, de quien triunfa en el mundo capitalista según las reglas establecidas y que alguna vez logra regresar a Cuba por unos días de visita familiar y muestra a quienes quedaron, sus logros estampados en regalos, dólares o euros.
No era eso lo que una parte de los que salímos deseamos lograr, pero la realidad marca fuerte a quienes no posean otras opciones, a quienes terminan escuhando solo las campanas de la otra orilla, llamese Miami, Madrid, Mexico D.F. o Buenos Aires. Cada cuál cargó al salir de Cuba con su valijita de dolor y anhelos. Con un nudo en la garganta del grito contenido por la cultura del callar, un grito que sale una vez fuera como desahogo, como la bocanada de aire fresco que podemos tener por primera vez, pero sin poder saber como enrumbar aquel dolor de años, aquella bronca aprisionada. Viajamos, a través de mar o aire, con un rompecabezas de dolor desarmado dentro de nuestras valijas. Siento que dentro de Cuba se quedaba algo que nunca pudimos poseer, siento que nos habían robado las palabras y que una vez fuera de la isla, incipientemente comienzan a salir, poco a poco, como se supone que sea, primero un pensamiento, luego una palabra. A veces siento que sentarme y escribir es la única forma que encuentro de lograr la paz.
Hasta ahora no había podido encontrar que alguna ídea represente mi ídea, que mis reflexiones o pensamientos pudiesen encuadrar en algún lugar, es por eso que necesito mis propias palabras, no las que repetía desde niño, ni las que al crecer repetía de quienes creía admirar, ya no quiero usar más palabras prestadas, palabras mías en lo absoluto. Es por eso que he creado este espacio virtual que será la plataforma desde donde deseo volcar todo tipo de ídeas, reflexiones, pensamientos, sentimientos; así como buscándo en Buenos Aires un poco de Quimbombó descubrí que aquí le llaman como a su vez le denominan en Brasil, Bambia; diferentes formas de decir lo mismo, por eso pienso que a través de diferentes ídeas y reflexiones de personas de cualquier latitud mundial podamos entre muchos armar ese rompecabezas que aún no he podido resolver.
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